viernes, 20 de junio de 2008

La blanca Paloma


Creo que no merece la pena destacar más del lunes 5 de Marzo de 2007.
Después de una noche de duermevela poblada de pesadillas relacionadas con la frase que me había soltado Ch... a bocajarro el día anterior, nos despertamos pronto para ir recogiendo los trastos y preparar nuestro traslado a la Paloma. Pilar había dormido muy bien, pero cada vez que se sentaba le dolían los bajos un poquito más. Ch... llegó antes de lo previsto, nos dio el alta, y sin más preámbulos, y acompañados por mi suegro, nos dirigimos, sin prisa pero sin pausa, a la clínica de la Virgen de la Paloma.

La clínica está situada en la calle La Loma, al final de Reina Victoria. Una zona tranquila, sin apenas movimiento, ni de automóviles ni de personas, en claro contraste con la actividad desenfrenada que se desarrolla en las cercanías de Hacienda, apenas un par de calles más arriba. Un goteo constante de mendigos me indicó que un poco más abajo existía un centro de beneficiencia, que tendría la oportunidad de ubicar más certeramente más tarde desde la habitación de Pilar. Aparqué el coche y le di el euro correspondiente al gorrilla de turno.

Entramos por una rampa ejecutada en granito, tanto el solado como los paramentos y la coronación. El edificio, un destartalado bloque de color blanco bastante sucio, con mucha piedra artificial y barrotes de hierro a modo de barandilla en las terrazas de las habitaciones situadas en el frente, me recordaba en cierto modo al hotel de Portugal que aparece en la película “El estado de las cosas”, de Win Wenders. Un tipo de arquitectura medio decadente, de mediados de siglo pasado, pero con personalidad propia. Por encima de la puerta de urgencias hay una enorme cristalera que abarca las tres plantas situadas por encima.

Ch... se había encargado de decirnos que no tuviéramos prisa, que con llegar a la Paloma a eso de las diez y cuarto o diez y media ya era más que suficiente. Consejo sabio, sin duda, del que pasamos olímpicamente, porque creo que eran las nueve cuando nos presentamos en la clínica. Ni cortos ni perezosos, cargados con la bolsa de deportes que habíamos preparado para la ocasión, y con la ecografía que nos habían hecho el lunes en la clínica Belén, entramos por urgencias dispuestos a ocupar inmediatamente una habitación. Ni que decir tiene que la enfermera de urgencias, por supuesto, no sabía nada del asunto.

- Que nos ha dicho Ch... que vengamos a ingresar para que la vea el doctor G...

- Pero ingresar así, sin más... ¿Y quien es ese Ch...?. Creo que deberían esperar ustedes a que viniera el doctor G...

No se nos había ocurrido. Parecía lógico. Ch... había hablado con Garzón, y con nadie más. Una vez más nos habíamos precipitado un poco con la puntualidad, aunque en este caso estaba relativamente justificado, pues hubiera resultado normal haber encontrado un atasco, sobre todo a esas horas y en Madrid.

Esperamos pues, en la recepción, a que apareciera el doctor que nos había recomendado Ch... Yo me levantaba bastante de los anticuados sofás, visiblemente nervioso y aburrido a causa de la espera. En una de las ocasiones en las que salí a la calle a cambiarle el papelito al coche, me dijo el gorrilla que no pasaba nada si no colocaba el papel, que el vigilaba y controlaba. No me fié mucho en aquel momento, pero desde luego tenía que encontrar una solución rápida al asunto del aparcamiento. No era cuestión de gastarme una fortuna en papelitos.

La recepción de la clínica empezó a animarse a medida que pasaba el tiempo. Pacientes, ambulantes, médicos que acababan de llegar... Cada vez que veía a alguien vestido con una bata verde, pensaba que se trataba de G..., y así se lo transmitía a Pilar.

- Mira. Seguro que es ese.

Pero no era. Y así hasta el siguiente.

Al filo de las diez y cuarto, la hora que nos había dicho Ch..., llega al mostrador de recepción de la Paloma un hombre más bien mayor, vestido de paisano y con mucha energía. Se dirige a la recepcionista y avisa de que va a llegar una paciente enviada por Ch...

Es G...

La recepcionista mira hacia donde estamos, a escasos cuatro metros, y nos señala con el dedo.

- Es ella, doctor G...

Nos levantamos y le tendemos la mano. Al saludar a Pilar le explico que queríamos ingresar directamente antes de su llegada, y me dice que el ingreso, en todo caso, lo tiene que coordinar el, y que teníamos que haberle esperado antes de hablar con nadie. Está serio. No parece haberle agradado mucho nuestra entrada. Nos dice que esperemos un rato, que tiene que resolver un par de temas, y que luego nos atenderá.

Después de un rato, G... nos mete en una consulta de aspecto antiguo, polvoriento, con una estantería a su espalda llena de libros de medicina antiguos. No parece ser su consulta habitual. Después de examinar la ecografía y las pruebas que le hicieron a Pilar en la clínica Belén, y de mirar a Pilar, decide que sí, que la va a ingresar, así que nos deja para que vayamos solucionando los trámites administrativos necesarios para el ingreso y toda esa parafernalia tan aburrida. Al despedirse para incorporarse a sus tareas cotidianas, le dice a Pilar que es otro de los regalitos envenenados de Ch..., y que no es la primera vez. Que todos los ginecólogos son unos cobardones a la hora de operar, y varias cosas más. Al menos comienza a dar y recibir confianza de Pilar, porque a mi me parece que ni me mira. Ch... debe haberle advertido de que soy bastante brasas.

Nos ingresan en la tercera planta, en una habitación bastante amplia bañada por el sol. La decoración resulta bastante más triste que la de la Clínica B.... Se nota a todas luces que necesita urgentemente una reforma. Pintura amarillenta, puertas de madera oscura prácticamente desgastadas a la altura de la cerradura, muy posiblemente por el movimiento de las camas al entrar y salir por las habitaciones... Y un inevitable cuadro de una Virgen, que supongo será la de la Paloma. La cama de Pilar es bastante antigua, de hierro, con un complicado sistema de palancas cuya finalidad se nos escapa desde el principio. Cuando le digo a Pilar que me deje investigar el funcionamiento de esa especie de máquina de tortura me dice que me esté quieto, como siempre, que no empiece ya a dar la nota. Mientras coloca la ropa en el escueto armario empotrado aprovecho para bajar al coche a cambiarle el papelito.

Ese mismo día le hacen varias pruebas a Pilar. Un TAC, una resonancia y una ecografía, además de varias radiografías. Por la tarde vuelve a visitarnos G..., se interesa por las pruebas que le han hecho a Pilar y le describe perfectamente el dolor por el que debe estar pasando: “cuando te sientas, es como si te estuvieran clavando un palo de madera afilada por ahí mismo, ¿a que si?”... Y Pilar asiente, sorprendida por la precisión y agudeza con la que G... le está describiendo sus propios padecimientos.

El resto del día pasa sin pena ni gloria, entre el aburrimiento y la novedad. Cuando paseamos por el pasillo de la tercera planta, descubrimos que uno de los extremos termina en una pequeña sala de recepción con varios sofás, flanqueada por la cristalera situada por encima de la puerta de urgencias. Al asomarnos por la cristalera, contemplamos, justo enfrente, un curioso edificio de tres plantas de principios del siglo pasado, o incluso anterior, que se ha destinado a colegio. Lo del colegio lo tenemos claro porque a través de algunas ventanas se pueden observar pupitres, y porque en el diminuto patio de recreo hay colgadas un par de cestas de baloncesto muy pequeñas. En el edificio de al lado, de características similares a este, aunque posiblemente algo más moderno, se ven juguetes de niños más pequeños, por lo que deducimos que se debe de tratar de la guardería. No tenemos prisa. Ya nos fijaremos al día siguiente.

De vuelta a la habitación, me asomo a la ventana, que da a la parte trasera de la clínica. Para mi sorpresa, y la de Pilar cuando se lo comento, en bastantes vierteaguas del edificio de enfrente, que tiene un par de plantas menos que el nuestro, hay batidos, yogures, botellas de agua y otros líquidos y lácteos a los que se supondría mejor conservados en una nevera. Después de comentar durante un rato este misterio, y de contemplar la televisión, Pilar me obliga a abrir el sofá, de aspecto más antiguo y sin embargo más cómodo que el de la Clínica B..., y a apagar la luz. Una noche bastante tranquila, nuestra primera noche en la Clínica de la Virgen de la Paloma.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Es como vivir paso a paso vuestra experiencia. Sigue así, Cada entrada me emociona más, y me deja más prendada al blog.
Un saludo para ambos.

Anónimo dijo...

Yo no sé muy bien qué decir, desde luego que contáis con todo mi apoyo. Yo no tuve tiempo de hacerme a la idea sólo fueron 12 días, quizás si le hubiera dicho la verdad y no me hubiera dejado convencer, él habría luchado más y a lo mejor estaría vivo. No sé, le sueño todas las noches y le amo cada día, por eso sé que Pilar saldrá adelante, me lo dice el instinto o quizás el sufrimiento... No sé a lo mejor no debes publicar este comentario, posiblemente sea demasiado triste. Suerte y fuerza. Isabel - Morgana

Anónimo dijo...

Morgana, no sabía nada. me dejas helado, y realmente siento mucho lo que te ocurrió. Yo te diría, como experiencia propia, que no pienses mucho en lo que hubiera sido mejor o no, o en lo que hubiera ocurrido si hubieras actuado de otra manera. No sirve de nada. Solo sirve para torturarte, y eso no es bueno, ni para ti ni para los que te rodean. Es posible que hubiera luchado más, pero también es posible que esos doce días los disfrutara más por no saber lo que le estaba ocurriendo, y también es posible que, a pesar de luchar, hubiera ganado solo unos cuantos días más. No lo sé. Ni yo ni nadie, te lo aseguro. Cada persona es un mundo, y a cada uno le ataca esta enfermedad de diferente manera. No podemos sentirnos nunca culpables, ni el enfermo ni los que le acompañan. El único culpable es el propio cáncer, que ataca a quien menos se lo espera. Ante una cosa así, lo importante es estar al lado de la persona a la que le está ocurriendo, y tú lo hiciste. No creo que se pudiera hacer mucho más. Espero de todo corazón que lo superes pronto.

Gracias, Mjesús. Creo que la idea es un poco esa, una especie de entrega por etapas hasta ponernos al día. Espero no aburriros. No te puedes hacer idea de lo ilusionada que está Pilar con la idea, y mientras esa ilusión no se disipe, esto seguirá para adelante.

Un beso muy fuerte a las dos.

HijaDelAndasolo dijo...

Félix, no sé si me he convertido ya en un fastidio en tu blog, pero de todas formas, quiero decir que de verdad, cada vez que leo algo que escribís, siento como que voy conociendo a un amigo, poco a poco.

Este blog hecho para Pilar ( qué mujer más fuerte!) me ha dejado un nudo en la garganta, pero a la vez me hace conocer la clase de personas que son ustedes y estoy segura de que son de las que vale la pena.

Desde acá les deseo todo lo mejor y les envío toda la energía positiva que me es posible a vos, a tu hijo, pero sobre todo a Pilar.

Un saludo desde Guatemala,
Juana.

Anónimo dijo...

Bueno gracias Felix por tus palabras, tenia un día un poco bajo y me impresionó la historia de Pilar. Sé que hice lo que pude y sobre todo le amé y le amo con todas mis fuerzas. Eso es lo importante, el amor que le estás dando a Pilar y Pilar a ti con su fuerza y su lucha. El amor lo puede todo tiene la fuerza del mar bravío y la serenidad necesaria para mirarnos a los ojos y saber que siempre estaremos juntos. Fuerza Pilar tu nombre eres tú. Besos y achuchones. Isabel - Morgana