lunes, 16 de junio de 2008

Primer mazazo


Ch... llegó antes de que termináramos de desayunar el famoso menú de la Clínica B...: tazón de café con leche y barrita de pan con mantequilla y mermelada. Me pilló a los pies de la cama, en la mesita supletoria. Le acompañaba “Bisbal”, una enfermera rubia a la que ya conocíamos de cuando Ch... operó a Pilar, hace cuatro años, de un mioma que arrastraba desde antes que naciera Sergio. Ch... la examinó por encima, le retiró el coagulante que le había recetado el médico de guardia del día anterior, y nos dijo que el no podía operarla, ya que era muy posible que la masa que se observaba pudiera afectar a otros órganos que no tuvieran nada que ver con su especialidad ginecológica.

La idea era que al día siguiente nos fuéramos directamente a la Clínica de la Paloma, al final de Reina Victoria, y que preguntáramos por un tal Doctor G..., un cirujano general muy amigo suyo. Podíamos ir en ambulancia o por nuestros medios, y pensé que sería más rápido así. Al día siguiente nos daría el alta y nos presentaríamos allí, pero antes tenía que confirmar telefónicamente el encuentro con G.... Quedé con Ch... en que me acercaría a la consulta ginecológica un par de horas más tarde, y que me daría la confirmación del operativo a montar al día siguiente. A esa hora ya había aparecido en la Clínica mi suegro, y estuvimos riéndonos un poco con Ch... y la buena de “Bisbal”.

Una vez que mi suegro abandonó la clínica, me acerqué a la consulta de Ch.... Siempre resulta curiosa la presencia de un hombre entre tanta mujer embarazada, pero en esta ocasión resultaba todavía más curiosa mi presencia por el simple hecho de que yo iba solo. Cuando la enfermera de Ch... se asomó a la puerta de la consulta, me hizo pasar directamente.

Ch... me dijo que estaba tratando de localizar a G... llamándole por el móvil, pero que todavía no había podido hablar con el. Parecía ligeramente más nervioso que lo habitual en el. Su voz sonaba más aguda que de costumbre, como si necesitara desembarazarse de un peso que le estuviera oprimiendo la conciencia. El muy puñetero lo hizo, a bocajarro, mientras la enfermera guardaba en uno de los cajones de un armario metálico el expediente de Pilar.

- Puede ser cáncer.

No recuerdo haber respondido nada. Lo que sí recuerdo con toda claridad es que tuve que sentarme de inmediato. Me desplomé en la silla como un saco de patatas. El escuchar lo que hasta aquel momento había considerado como una terrible sentencia, aunque solo fuera una hipótesis, dirigida contra un miembro de mi familia, me sumergió en un repentino estado de ansiedad.

Ch... trató a continuación de quitarle hierro al asunto, pero el daño ya estaba hecho. El muy tuno ya se había descargado, y ahora trataba de suavizar la rotundidad de lo que había dicho. Había que analizar la muestra de tejido que extrajo el médico de guardia, y era precipitado adelantar un juicio. También mostró su extrañeza ante el hecho de que Pilar no hubiera sentido nada con anterioridad. Ni dolor ni tan siquiera molestias.

- Ya sabes lo discreta y fuerte que es.

Le dije.

Empezó entonces una especie de lavado de conciencia por su parte. Me dijo que en la exploración que le había hecho a Pilar la semana anterior detectó algo extraño, y le prescribió una ecografía para la semana siguiente que no llegó a realizarse precisamente porque se interpuso la hemorragia del domingo.

Salí de la consulta medio en volandas. Recuerdo que tuve la sensación de que los vientres llenos de vida de aquellas mujeres, que me miraban pensando sin duda que me había colado con toda mi cara, contrastaban profundamente con la posible carga letal que podía esconder en aquel momento el vientre de Pilar. Durante el recorrido hasta la habitación estuve sumido en un mar de dudas. No podía ser. De ser cáncer, Pilar habría tenido algún otro síntoma bastante tiempo atrás. Nauseas, vómitos, mareos... Pero por el contrario, era posible que el médico de guardia que la examinó el día anterior detectara algo extraño en el aspecto de la masa que le extrajo por la vagina, y le hubiera transmitido a Ch... sus inquietudes. Mi desbocada, y en tantas ocasiones dolorosa imaginación, me llegó a insinuar incluso la posibilidad de llegar a perder a mi mujer.

Aquellos pasillos, que me habían parecido tan alegres doce años atrás, con sus ramos y centros de flores depositados frente a las puertas de las futuras madres, se empañaban de repente ante la profunda tristeza que me había producido la contundente frase de Ch.... Entré en la habitación y me senté frente a la cama, en el ya casi familiar sofá. Me debatía en un mar de dudas. Por un lado deseaba fervientemente, aunque solo fuera por conseguir el equilibrio mental que había perdido apenas diez minutos antes, compartir con Pilar la noticia que acababa de darme su ginecólogo. Por otro lado, era posible que me estuviera precipitando de forma gratuita, que lo del cáncer no fuera más que una remota posibilidad a la que no tenía ningún sentido dar la más mínima publicidad, ya que lo único que podía conseguir era entristecer más a mi mujer.

Pilar estaba recostada de medio lado. Colocó un brazo bajo la cabeza, en un gesto tan personal y rutinario que no debería haberme sorprendido, y suspiró. Vestía un camisón azul, cuidadosamente elegido para la ocasión. Sin decir nada, me miró directamente a los ojos. Una mirada cargada de bondad, de inocencia, de resignación ante lo que le estaba pasando.

Y fue entonces, ante esa mirada, cuando tomé de inmediato una de las determinaciones posiblemente más dolorosas de toda mi vida, y decidí guardar un rotundo silencio sobre el tema, que se prolongaría tanto como me lo permitieran los futuros acontecimientos.

4 comentarios:

Andres Pons dijo...

Es increible la poca sensibilidad de algunos que se hacen llamar medicos.

Anónimo dijo...

Andrés, si te refieres a la forma en que me lo dijo, el doctor Ch.. es el que trajo a mi hijo al mundo, y tenía (tenía, porque murió el año pasado) una sensibilidad fuera de toda duda. Creo más bien que lo que ocurrió fue que estaba nervioso a la hora de darme la noticia. Te puedo asegurar que le sudaban las manos y se mostraba muy irritable. Así lo interpreté yo y así lo he escrito. No me pareció mal que me lo dijera a bocajarro, sin darle rodeos, porque una cosa así es mejor soltarla cuanto antes. Me puse en su lugar y lo entendí prefectamente. Me jodió la frase, no la forma de decirla.

De acuerdo contigo en que hay muchos médicos para los que el paciente no es más que un trozo de carne con ojos, pero no es el caso.

Gracias por el comentario, amigo. Veo que te has convertido en un seguidor fiel. Pilar está muy pendiente de tus palabras en el programa de radio. No hace más que preguntarme que cuando se podrá escuchar.

Amigos, aprovecho para comentaros que Andrés ha sido contratado por la revista Video-Acción como comentarista fijo. Un gran honor para todos.

Saludos, amigo.

Unknown dijo...

Es grande y valiente lo que estáis haciendo, os mando mi apoyo desde aquí, aunque no sirva de mucho. Es buena idea lo de contar vuestro caso, animáis a los que no tienen tanto valor como vosotros
Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias, MJesús. Tu apoyo es importantísimo. No sabes lo atenta que está Pilar a los comentarios que cuelgan los amigos en un blog dedicado a ella, y eso la ayuda a darse ánimos cada día.

No sé si tenemos valor o no. Lo que sí hemos descubierto es que cada día es un regalo, y que el presente es lo importante. De momento las cosas no van mal del todo, y no sé como reaccionaríamos si empezaran a torcerse, pero lo que sí te puedo asegurar es que nuestros valores han cambiado de un año a esta parte. Le hemos quitado importancia a las cosas que no la tienen, y se la hemos dado a otras.

Gracias, MJesús. Pilar está muy interesada en tus comentarios, así que hala, a seguir.