Los resultados del PET están listos al día siguiente. Al mediodía, al salir del trabajo, me escapo a la clínica López Ibor a recogerlos. Hace frío, y está lloviendo. Mala señal, pienso mientras bajo del coche después de aparcarlo en la zona ajardinada de la clínica. El corazón me late deprisa cuando llamo al mismo timbre del día anterior, entrego el resguardo correspondiente, y la enfermera me entrega a su vez una bolsa bastante grande. Voy al coche, y lo primero que hago, como siempre, inocente de mi, es mirar al trasluz las placas, llenas de cuadraditos pequeños en los que se supone que están reflejadas las distintas partes del cuerpo de Pilar, cortado en lonchas por la máquina. Como es lógico, no me entero absolutamente de nada, así que abro otro sobre, en el que hay un CD y, por fin, el informe.
A medida que leo el informe me empiezo a venir abajo. El Pet refleja, sin lugar a dudas, que hay un bulto, de unos tres centímetros, en el interior del pulmón izquierdo. Esa es la parte mala. La parte medio buena es que al parecer el bulto está bastante encapsulado, recogidito y con poca actividad, y además, y en esto sí que es categórico el informe, no existe ninguna otra patología en el resto del cuerpo, lo que indica que el alien inicial ha desaparecido por completo. Entre triste, y aliviado, según lea una parte u otra del informe, llamo a Pilar, para ponerla al corriente.
- Buenas. Ya he recogido el PET.
- ¿Y que tal?.
- Bueno. No del todo bien. Resulta que te han detectado un pequeño bulto en el pulmón, de unos tres centímetros de diámetro.
- ¿Y de lo otro, que tal?.
- Nada, bien. Ha desaparecido por completo.
- Ah, pues muy bien, ¿no?. Me quito el bulto, y santas pascuas.
Acojonante. Simplemente acojonante. Es entonces cuando me doy cuenta de que mi mujer no es de este mundo. Se ha tomado la noticia con una alegría que casi da miedo, y ha conseguido que yo también me tranquilice un poco. Cuando llego a casa, está tan contenta. Ya le ha dado la noticia a sus padres, de una forma tan edulcorada que, cuando hablo con ellos, casi están contentos porque ya no tiene nada de lo otro.
Esa misma tarde, sin pérdida de tiempo, le llevamos a G..., el cirujano que operó a Pilar el año pasado, toda la parefernalia, para que nos de su opinión. Lo primero que nos dice, al leer el informe, es que el no es un cirujano torácico, que ese tipo de intervenciones las tiene que hacer otro especialista. Nos quedamos un poco desilusionados con el tema, hasta que, mientras mira una de las placas negras al trasluz, nos dice:
- Vaya. Este es el típico tumor que se le da de perlas operar a mi amigo Sa...
Pilar y yo nos miramos mientras G... sigue mirando placas y le echa un ojo al informe.
- Además está muy definido, muy encapsulado, y en un lugar que a mi, por lo menos, me parece muy sencillo de acceder. Os explico: Sa... opera con una técnica bastante nueva, pionera en España, que se llama radiofrecuencia. El asunto consiste, a grandes rasgos, en meter una aguja que tiene una punta con electrodos que forman una especie de paraguas. Esos electrodos, cuando llegan al tumor, se abren, abrazan el tumor, y lo fríen. Literalmente. La única condición que tiene que cumplir el tumor es que no sobrepase los cuatro centímetros, porque tumores más grandes no se pueden operar con este sistema.
- ¿Y resulta efectivo? –pregunto-.
- Sa... es muy joven, pero es un gran profesional. Ha formado el único equipo en Madrid que opera con este sistema, y ha salido hace poco en el dominical de un periódico de tirada nacional. El otro día precisamente me lo encontré, y cuando le felicité por el artículo, como es tan modesto, no le dio nada de importancia, pero es un gran experto. Pensad que es una técnica que viene nada menos que de la NASA.
- ¿Y cuando podemos ver a Sa...? –preguntó Pilar-.
- Dejadme si queréis el PET, porque es muy probable que yo le vea mañana o pasado, se lo enseño, y a ver que opina. Con lo que sea os llamo, o me llamáis vosotros el jueves, para ver si tenemos alguna noticia.
-¿Corremos algún riesgo si esperamos demasiado?. ¿No le dará al bulto por crecer deprisa?.
-Hombre, no creo. Por lo que pone en el PET, no parece que tenga demasiada actividad. Se debe de tratar más bien de una metástasis muy localizada del tumor que tuviste el año pasado. No, no creo que pase nada por esperar un poco a que toméis la decisión. Siempre os queda la cirugía torácica, no lo olvidemos. Solo existe un pequeño inconveniente con la radiofrecuencia.
-¿Cuál? –preguntamos Pilar y yo casi al unísono-.
-Que no lo cubre vuestra sociedad.
Ya estamos otra vez. Después del PET, resulta que esto también lo vamos a tener que pagar de nuestro bolsillo. Al principio nos acojonamos un poco tanto Pilar como yo, pero cuando nos dice el precio aproximado de la operación, comprobamos aliviados que no resulta tan caro. Viene a costar poco más o menos lo mismo que el PET, lo cual no es muy comprensible, pero los designios de la medicina son inescrutables.
Así pues, le dejamos a G... todo el informe, y salimos con la convicción de que Pilar iba a demostrar una vez más lo fashion que era, sometiéndose a una operación de última generación.
A medida que leo el informe me empiezo a venir abajo. El Pet refleja, sin lugar a dudas, que hay un bulto, de unos tres centímetros, en el interior del pulmón izquierdo. Esa es la parte mala. La parte medio buena es que al parecer el bulto está bastante encapsulado, recogidito y con poca actividad, y además, y en esto sí que es categórico el informe, no existe ninguna otra patología en el resto del cuerpo, lo que indica que el alien inicial ha desaparecido por completo. Entre triste, y aliviado, según lea una parte u otra del informe, llamo a Pilar, para ponerla al corriente.
- Buenas. Ya he recogido el PET.
- ¿Y que tal?.
- Bueno. No del todo bien. Resulta que te han detectado un pequeño bulto en el pulmón, de unos tres centímetros de diámetro.
- ¿Y de lo otro, que tal?.
- Nada, bien. Ha desaparecido por completo.
- Ah, pues muy bien, ¿no?. Me quito el bulto, y santas pascuas.
Acojonante. Simplemente acojonante. Es entonces cuando me doy cuenta de que mi mujer no es de este mundo. Se ha tomado la noticia con una alegría que casi da miedo, y ha conseguido que yo también me tranquilice un poco. Cuando llego a casa, está tan contenta. Ya le ha dado la noticia a sus padres, de una forma tan edulcorada que, cuando hablo con ellos, casi están contentos porque ya no tiene nada de lo otro.
Esa misma tarde, sin pérdida de tiempo, le llevamos a G..., el cirujano que operó a Pilar el año pasado, toda la parefernalia, para que nos de su opinión. Lo primero que nos dice, al leer el informe, es que el no es un cirujano torácico, que ese tipo de intervenciones las tiene que hacer otro especialista. Nos quedamos un poco desilusionados con el tema, hasta que, mientras mira una de las placas negras al trasluz, nos dice:
- Vaya. Este es el típico tumor que se le da de perlas operar a mi amigo Sa...
Pilar y yo nos miramos mientras G... sigue mirando placas y le echa un ojo al informe.
- Además está muy definido, muy encapsulado, y en un lugar que a mi, por lo menos, me parece muy sencillo de acceder. Os explico: Sa... opera con una técnica bastante nueva, pionera en España, que se llama radiofrecuencia. El asunto consiste, a grandes rasgos, en meter una aguja que tiene una punta con electrodos que forman una especie de paraguas. Esos electrodos, cuando llegan al tumor, se abren, abrazan el tumor, y lo fríen. Literalmente. La única condición que tiene que cumplir el tumor es que no sobrepase los cuatro centímetros, porque tumores más grandes no se pueden operar con este sistema.
- ¿Y resulta efectivo? –pregunto-.
- Sa... es muy joven, pero es un gran profesional. Ha formado el único equipo en Madrid que opera con este sistema, y ha salido hace poco en el dominical de un periódico de tirada nacional. El otro día precisamente me lo encontré, y cuando le felicité por el artículo, como es tan modesto, no le dio nada de importancia, pero es un gran experto. Pensad que es una técnica que viene nada menos que de la NASA.
- ¿Y cuando podemos ver a Sa...? –preguntó Pilar-.
- Dejadme si queréis el PET, porque es muy probable que yo le vea mañana o pasado, se lo enseño, y a ver que opina. Con lo que sea os llamo, o me llamáis vosotros el jueves, para ver si tenemos alguna noticia.
-¿Corremos algún riesgo si esperamos demasiado?. ¿No le dará al bulto por crecer deprisa?.
-Hombre, no creo. Por lo que pone en el PET, no parece que tenga demasiada actividad. Se debe de tratar más bien de una metástasis muy localizada del tumor que tuviste el año pasado. No, no creo que pase nada por esperar un poco a que toméis la decisión. Siempre os queda la cirugía torácica, no lo olvidemos. Solo existe un pequeño inconveniente con la radiofrecuencia.
-¿Cuál? –preguntamos Pilar y yo casi al unísono-.
-Que no lo cubre vuestra sociedad.
Ya estamos otra vez. Después del PET, resulta que esto también lo vamos a tener que pagar de nuestro bolsillo. Al principio nos acojonamos un poco tanto Pilar como yo, pero cuando nos dice el precio aproximado de la operación, comprobamos aliviados que no resulta tan caro. Viene a costar poco más o menos lo mismo que el PET, lo cual no es muy comprensible, pero los designios de la medicina son inescrutables.
Así pues, le dejamos a G... todo el informe, y salimos con la convicción de que Pilar iba a demostrar una vez más lo fashion que era, sometiéndose a una operación de última generación.