jueves, 7 de agosto de 2008

Un pequeño inciso filosófico


Cuando comenzamos con la rutina de la quimioterapia, me dediqué más plenamente a mi trabajo en Murcia. Rápidamente montamos un operativo que funcionó a la perfección desde el primer día. Su padre llevaba a Pilar los martes por la mañana, y mi hermana la recogía al terminar, para llevarla de regreso a casa, a eso de las cuatro de la tarde. A la semana siguiente, la del análisis y consulta, yo regresaba de Murcia los jueves por la tarde para visitar juntos al oncólogo. El caso es que solamente faltaba al trabajo los viernes por la mañana cada quince días, lo que por otro lado suponía estar durante más tiempo alejado de la familia. Pilar tenía cada vez menos molestias después de las sesiones, y llegó un momento en que ni siquiera el cuarto día, el más fatídico, sentía molestia alguna.

Durante el tiempo que pasé en Murcia hasta finales de Junio, en que gracias a una eficaz y admirable gestión de mi empresa fui trasladado a Madrid, hablaba con mis compañeros de trabajo y con otras muchas personas sobre el asunto, que ya era público, y me quedé sorprendido de la gran incidencia que el cáncer tiene sobre la vida de muchas personas. No había prácticamente nadie que no conociera a alguien que tuvo un tumor parecido, o un cáncer de mama, o cualquier otro tipo de manifestación de la enfermedad. Achaqué esa especie de riada de enfermos de cáncer a mi más alta sensibilidad sobre el tema después de que le ocurriera a Pilar. Suele ocurrir. Hay un refrán que dice “nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”. Hasta entonces, ningún miembro de mi familia había sufrido la enfermedad, y simplemente, me parecía algo muy lejano. En estos momentos, escuchaba con auténtica pasión los casos que me contaban. Recuerdo que la mayoría de las personas con las que hablé en aquel momento me relataban historias en las que el paciente se había recuperado por completo después de una operación, unas cuantas sesiones de quimio y alguna que otra de radio. Todos coincidían, sobre todo los jóvenes, pero también alguna que otra persona mayor, en que hoy en día se han conseguido grandes avances en el terreno del cáncer, y sobre todo en lo que se refiere a la quimioterapia y la atenuación de sus efectos secundarios, que al parecer antes eran terribles. Todos trataban de animarme, y desde luego lo conseguían. Recordaba, y lo que es más extraño, recuerdo todavía, cada frase, cada recuerdo, cada anécdota que me contaban los que me hablaban del tema. Precisamente en aquella época, a uno de los compañeros que trabajaban conmigo, D..., le tuvieron que dar unas cuantas sesiones de quimio porque le salió un pequeño bulto maligno en la ingle. Cada vez que me veía me preguntaba por Pilar. “¿Ya se le ha caído el pelo?”. “Si, si, ya estamos en ello”, le contestaba yo. Con respecto al pelo de Pilar, y a modo de inciso, comentaros que, cuando se le empezó a caer, a grandes mechones, mi hijo Sergio y yo jugábamos, con su consentimiento, a ver quien le arrancaba el mechón más grande. Hasta ese punto le importaba a la puñetera Pilar que se le cayera el pelo, para que os hagáis una idea.

Mis noches en Murcia, prácticamente de insomnio, las llenaba leyendo todo tipo de artículos y libros sobre cáncer. Había abandonado la costumbre de teclear en el Google “leiomiosarcoma”, entre otras razones porque lo que leía no resultaba casi nunca alentador, y sobre todo porque, cuando se lo dije al oncólogo, me dijo que no era buena idea buscar en Internet, que era mejor leer libros o artículos que tratasen el tema de una forma menos aséptica que los artículos que se cuelgan en Internet, muchas veces demasiado técnicos y más destinados a médicos que a pacientes. El libro que más me marcó, sin ninguna duda, fue uno que escribió Javier Mahillo, “Vivir con cáncer”, que estaba escrito de modo muy ameno, muy humano, tipo memorias, y reflejaba lo que había vivido en su enfermedad desde el principio. Recuerdo que lo leí prácticamente de un tirón, porque me encantaba la forma en que estaba escrito. El libro finalizaba diciendo, como epílogo, que Javier Mahillo, un profesor de filosofía pamplonés afincado en Mallorca, casado y con cuatro hijos pequeños, que había participado, incluso durante su larga enfermedad, en varios programas y debates de televisión (“Crónicas marcianas”, entre otros), seguía recibiendo tratamiento y luchando por salir adelante en su enfermedad. Recuerdo que me impresionó mucho del libro el fuerte carácter religioso de Javier y sus convicciones en ese sentido. El caso es que ya lo había metido en la bolsa “de los viernes” para llevárselo a Pilar, cuando se me ocurrió, ese mismo viernes, meterme en Internet para enterarme de algo más sobre Javier Mahillo.

En Internet descubrí, como un mazazo, que Javier Mahillo había muerto en Diciembre de 2001, a causa del cáncer que había sufrido. No me pareció tan buena idea que Pilar leyera el libro para enterarse después que Javier había muerto.

Una de las cosas que más me impresionaron de la entrevista que le habían hecho antes de su muerte, era su resignación ante el hecho, su tremenda fortaleza y una vitalidad que le había permitido, dos semanas antes del fatal desenlace, conceder una entrevista digna de pasar a los anales, y que os invito a leer en la dirección

http://www.fluvium.org/textos/dolor/dol07.htm.

Otra de las cosas en las que me dio por pensar al leer la entrevista, y ver a Javier tan convencido de la existencia de la otra vida, fue que, en cierto modo, los que no tienen dudas en ese sentido son más felices, ya que afrontan la muerte como un estado intermedio. Es posible que los que tenemos un mar de dudas, como es el caso de Pilar y mío, nos aferremos más a este mundo, pensando que, posiblemente, lo que haya más allá sea solo oscuridad, o por si acaso.

Una de las preguntas que le hace el entrevistador se refería a si no le gustaría pedirle A Dios unos cuantos añitos más en la Tierra, teniendo en cuenta sobre todo sus circunstancias familiares y sus aficiones, a lo que Javier Mahillo responde que estaba resignado a la voluntad de Dios. En este sentido, también he pensado muchas veces que a Dios, si es que existe, hay que hacerle currar, no resignarse a su voluntad. He hablado hace poco con un compañero, gran creyente, y su idea es similar a la mía. Me comentó que, en una ocasión, un sacerdote amigo suyo le dijo que “A Dios hay que exigirle que nos ayude, que para eso está. Hay que darle el coñazo, hacer que vuelva la vista hacia lo que nos rodea, hacia la familia que dejamos, etc, para que nos eche una mano”. Yo me quedaría desde luego con esa idea si fuera creyente a rajatabla, pero tampoco eso lo tenemos nada claro. Ni que decir tiene que en esa época me metí un par de veces en una iglesia a rezar, por si acaso, pero las dudas las sigo teniendo, y eso no hay quien me lo quite.

Creo sinceramente que lo que realmente puede curar en un caso como este es la fe. Pero la fe, a secas. No la fe cristiana, ni la fe en sanadores, ni la fe en medicamentos o bebedizos milagrosos, sino la fe en la propia curación. Otro compañero se curó un cáncer de próstata bastante avanzado a base de grandes cantidades de vitamina C. El oncólogo nos contó el caso de una paciente que se había curado bebiendo limaduras de hierro que al parecer le había recetado un curandero. No creo que ninguno de estos métodos cure por sí solo, pero sí creo que cure la fe que tiene el paciente en ellos.

Es la fe en la propia curación lo que nos puede acabar curando, independientemente de las creencias de cada uno. Pilar y yo podemos dudar en muchos aspectos religiosos y filosóficos, pero tenemos una fe inquebrantable en la curación, ya sea por el amor a la vida que tenemos, por el motor que indudablemente supone nuestro hijo Sergio, o simplemente porque Si hay otras personas que se han curado, también nosotros podemos. Hemos elegido el camino de la medicina tradicional, con sus operaciones quirúrgicas, sus sesiones de quimioterapia, de radioterapia y de lo que venga, porque de momento nos está funcionando bastante bien, y no indagamos de momento sobre soluciones milagrosas que no estén avaladas por un elevado porcentaje de curaciones. Por ahora tiramos tiramos de lo que hay y de nuestra inquebrantable fe en la curación, que se tambalea a veces en los momentos duros, pero que vuelve siempre, como un vendaval, ante la mirada o la sonrisa de Sergio, de nuestros parientes o de nuestros amigos.

Creo que en esta entrada me he ido un poco por la tangente, pero me apetecía contaros las impresiones que tenía en aquellos momentos en los que, finalmente, parecía empezar a verse la luz al final del túnel.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Félix:
Estoy de acuerdo con tus opinión con relación a la fé.
Creo que lo importante es que creáis que podéis superarlo, porque el que cree, puede.
Lucha, aguanta y consigue.

Basilio

Unknown dijo...

Pienso, al igual que tú., que la fe está en uno mismo. Da igual a quién le pidas el deseo, si tienes fe en que las cosas saldrán bien, hasta un bolígrafo puede concederte el milagro. Puede que suene sarcástico, pero es una forma de resumir lo que quiero decir.
Debe estar resultándote muy difícil, transformar unas vivencias tan duras, en una narración tan llana y lejos de la dramatización. No todo el mundo puede hacerlo.
Cada vez admiro más a Pilar, su valor y optimismo es digno de elogio.
Un saludo y a continuar con la lucha.

Anónimo dijo...

Gracias, Basilio, por tu comprensión y tus buenos deseos. La verdad es que siempre hemos estado convencidos de que lo podemos superar, y creo que eso ayuda bastante. Conocemos algún caso de personas que se vinieron abajo, y no lo superaron, pero motivos no nos faltan para no venirnos abajo. Es como un amigo que tengo, bastante irónico, que siempre dice "yo no me deprimo porque no tengo tiempo". Pues algo de eso hay. Hay tantas cosas por las que seguir, que no te puedes dejar llevar por la tristeza.

MJesús, totalmente de acuerdo contigo, pero creo que el bolígrafo, al menos, tiene que ser de marca, no vale con un bic, por ejemplo. Ja, Ja, Ja...Que es broma. Me alegro de saber de ti. Te hacía de vacaciones. ¿Que tal va todo?. Te voy a decir una cosa, ahora que nadie nos oye: recordar y transformar esas vivencias en una narración me está yudando a superarlas de una forma que no te puedes hacer idea. Creo que fuiste tu misma la que me dijiste hace tiempo que era bueno compartir este tipo de cosas, y tenías toda la razón. Recordar duele, pero una vez plasmado en la pantalla, parece como si te deshicieras un poco del dolor, como si el hecho de compartirlo te hiciera un poco menos pesada la carga. Y además, Pilar está encantada, que es lo principal, así que todos tan contentos.

Un besote muy grande, amiga.

Anónimo dijo...

Hola Félix , mis saludos a Pilar.
Hay que tener fé, sí, en los médicos y en la ciencia, y creer en nosotros mismos, fé en que podemos y fé en los que nos quieren y están a nuestro lado.

Un abrazo
Lola desde Murcia.

Anónimo dijo...

!!!Vaya sorpresa!!!. Buenos días, Lola, amiga. Que sepas que el viernes le dije a Pilar que teníamos que llamaros, porque nos acordamos los dos del "Ollo del ollo del noventa y ollo", y queríamos felicitar a María, pero la pobre estaba un poco más pallá que pacá, cansada del viaje a Alemania, y entre unas cosas y otras se nos pasó el día. Es una alegría que te hayas decidido a poner un coemntario. ¿Cuando te vas a decidir a crear tu propio blog?. Porque anda que no tienes tu también bastantes cosas que contarnos y que enseñarnos, amiga del alma. Dales unos abrazos a los JuanLus y un besazo muy fuerte para María y otro para ti de parte de Pilar, Sergio y yo.

Anónimo dijo...

Hola Felix

Me alegro de que te hayas alegrado tanto , pero no soy la lola a la que va dirigido este mensaje. Soy "la Lola" del sarcoma en la mama y el viaje a terra mítica.

de todas formas mis abrazos para los dos

Anónimo dijo...

Hola Felix

Me alegro de que te hayas alegrado tanto , pero no soy la lola a la que va dirigido este mensaje. Soy "la Lola" del sarcoma en la mama y el viaje a terra mítica.

de todas formas mis abrazos para los dos

Anónimo dijo...

Couuuuño...Vaya patinazo, amiga. Habrás flipado con mis saludos y mis dedicatorias. La verdad es que después de colocar el mensaje, he pensado que era posible que no fueras la misma Lola, pero lo he dejado estar.

Bueno, pues nada, me sigo alegrando de que sigas con nosotros. Lo que no sabía, porque no me lo habías dicho en tu anterior mensaje, era que te llamabas Lola, y que además vivías en Murcia. Casualidades de la vida.

Perdón, perdón por la columpiada. Ya me extrañaba a mi que la otra Lola escribiera algo en pleno mes de agosto, cuando suele estar de vacaciones en el pueblo.

Saludos, amiga.