domingo, 13 de julio de 2008

Sangre, sudor, fiebre y carretera


El primer día del alta después de la operación empieza la jarana. Esa misma noche, a Pilar parece que se le ha abierto la herida, y muestra la venda medio ensangrentada. Sin saber muy bien lo que nos vamos a encontrar, y preparándome para recoger algún trozo de intestino que se le salga de repente, le retiramos con cuidado la venda, para encontrarnos simplemente con uno de los puntos que le supura un poco, como si se le hubiera abierto por dentro. El corazón deja de latirnos desbocado a mi suegra y a mi, y nos limitamos a lavar un poco la herida con betadine.

Los siguientes días transcurren con aparente normalidad. El miércoles por la tarde me incorporo a mi trabajo en Murcia. He decidido viajar en coche, por lo que pueda ocurrir. Mi estancia en Murcia se compone de días más o menos tranquilos, invadidos por los asuntos laborales que he dejado pendientes, y de noches angustiosas, en las que me despierto jadeando, con la cabeza hecha un lío entre lo que me dijo Ch... y la esperanzada cabezonería de G... Resulta muy duro estar lejos de la familia en momentos como esos.

El viernes le cuento a mi jefe en Murcia el estado de la situación. Es la única persona a la que le hablo, de momento, de la posibilidad del cáncer de Pilar. Le ruego que no diga nada a nadie, ni siquiera de la empresa, hasta que no se conozca el resultado del informe que ha encargado G..., pero quiero que lo sepa por si en un momento determinado la empresa tiene que tomar la determinación de enviarme a Madrid por causas de fuerza mayor. JLM, mi jefe en Murcia, es una de las personas más comprensivas que conozco. Durante la fase de la operación de Pilar me llamaba todos los días, sin dejar uno, para interesarse por como iban sucediendo las cosas, y jamás me insinuó siquiera, en ninguna de las llamadas, nada que tuviera la más lejana relación con el trabajo o con mi vuelta al mismo. Es un auténtico lujo compartir trabajo con personas como JLM.

Durante el jueves y el viernes llamo a Pilar una media de tres o cuatro veces al día. Está recuperando bastante bien el apetito, pero me preocupa cuando me dice que por la tarde le sube un poco la fiebre. Regreso el viernes por la tarde, y me la encuentro en pleno estado febril, sudando como una descosida. Llamamos a G..., y nos dice que después de una operación como la que le ha hecho a Pilar, una verdadera obra de arte, es normal que aparezcan esporádicos episodios de fiebre, pero cuando le decimos que cada vez le dura más y que llega a los 39 grados, nos dice que vayamos a verle el próximo martes.

El fin de semana pasa sin pena ni gloria. El domingo por la tarde vuelvo a coger el coche para ir a Murcia, pasa el lunes casi sin enterarme, y el martes por la mañana salgo otra vez de Murcia para ver a G... por la tarde. Estoy empezando a hartarme un poco de los cuatrocientos kilómetros que separan Murcia de Madrid. Cuando llego a Madrid, me encuentro con una sorpresa bastante desagradable: Pilar ha sufrido una serie de calambres que la han mantenido sin poder moverse casi hasta el mismo momento de mi llegada. Me la encuentro con la mano medio doblada, haciendo esfuerzos para mantenerla firme, sentada y casi sin ninguna fuerza para levantarse. Además, ha adelgazado ostensiblemente desde el domingo para acá, síntoma inequívoco de que ha recuperado el apetito, pero no lo suficiente. Está en medio de otro episodio de fiebre mientras se viste para que la vea G...

Cuando llegamos a La Paloma, G... nos dice que puede ser normal, tanto la fiebre como los calambres, que se pueden deber a alguna complicación posoperatoria, pero que no nos preocupemos, que la cosa va bastante bien. Le hace un volante para un análisis de sangre para el jueves, y volvemos a casa. Ni que decir tiene que cuando les contamos a nuestros buenos amigos J... y L... que Pilar ha tenido hasta 39 de fiebre en varias ocasiones, se ponen como motos y nos dicen que si estamos locos, que como no se nos ha ocurrido acudir de inmediato a urgencias. Les decimos que ya nos ha visto el cirujano, que el jueves 29 de marzo le van a hacer un análisis de sangre y alguna prueba más para ver como va, que es posible que se le haya infectado algún punto, y ante esa batería de argumentos parecen calmarse, aunque no podemos evitar que nos achuchen para que le metamos toda la cera posible al cirujano.

Estando así las cosas, el jueves por la mañana nos presentamos de nuevo en La Paloma. A Pilar le sacan sangre, le hacen una ecografía y la mandan a casa, diciéndonos que no nos preocupemos, que le pasarán los resultados directamente a G... Ante esa premisa, yo me planteo volver a mi puesto de trabajo, y me pongo en carretera el mismo jueves por la mañana, a eso de las doce, después de dejar a Pilar en casa.

Más o menos cuando voy por el kilómetro doscientos, recibo una llamada de Pilar, ligeramente alterada, en la que me cuenta que la ha llamado desde la Paloma el mismo doctor G..., y que le ha dicho que, sin prisa pero sin pausa, se acerque para ingresar, porque está muy débil. Apenas un par de horas después de hacerle el análisis, detectaron una importante anemia. Cojo el primer cambio de sentido que me sale al paso, y vuelvo a Madrid. En poco más de siete días me he currado la friolera de dos mil kilómetros.

El jueves por la tarde ingresamos en una habitación un poco asquerosilla, con un destartalado mueble cama para dormir en lugar del sofá, en el que no se puede uno sentar, pero al menos tenemos terraza, algo de lo que no habíamos disfrutado en nuestra anterior estancia. Nada más entrar le enchufan a Pilar dos o tres bolsas de sangre, una detrás de otra, con lo que recupera casi de inmediato el color de los labios, que se le habían quedado casi blancos un par de días atrás.

G... nos dice que va a tenerla ingresada “un par de días” para asegurarse, así que nos planteamos seriamente que nuestras vacaciones de semana santa de este año van a transcurrir casi con toda seguridad en nuestra buena clínica de la Paloma. Ya sabemos perfectamente lo que duran “los pares de días” del doctor G.... Nos da lo mismo, porque tampoco habíamos hecho planes, ya que contábamos con que Pilar se recuperase tranquilamente en casa, pero desde luego no contábamos con pasar esos días fuera de casa.
Los episodios de fiebre no remiten, y recuerdo como si fuera un cuadro a la pobre Pilar, enchufada el viernes por la tarde a otra bolsa de sangre, sudando de tal manera a causa de la fiebre, que el camisón se le puso completamente empapado, entre otras razones, además, porque le tuvieron que poner hielo en el pecho para intentar que le bajara. Ni el mismo G... podía explicarse la causa de la fiebre, como no fuera por una cistitis o por una infección de caballo, así que, entre hielo y sangre, a la pobre criatura le enchufaban también una buena dosis de todo tipo de antibióticos.

El fin de semana transcurrió sin novedades importantes. La fiebre pareció remitir un poco, y las visitas nos hablaban de sus planes para la próxima semana. No teníamos nada claro que le fueran a dar el alta el lunes, y así además nos lo confirmó G... el domingo por la mañana, así que decidí salir para Murcia otra vez el domingo por la tarde.

El lunes llamé a Pilar y me dijo que G... le había hecho un legrado, una buena limpieza de bajos, y a introducción de una gasa para que absorbiera todo lo que pudiera. Parecía que la fiebre iba remitiendo, seguramente por el tratamiento a base de antibióticos al que la estaban sometiendo a la pobre.

El miércoles volví a Madrid y me la encontré bastante mejor, con la cara ligeramente hinchada (posiblemente como síntoma de la cortisona que supuse que le estaban atizando), pero con bastante sentido del humor y menos fiebre. Ya no le ponían hielo para bajársela, así que mantenía el camisón impolutamente blanco y seco, como debe ser. Además, la habían cambiado otra vez de habitación, y habíamos vuelto a recuperar el sofá que tan buenos momentos nos ha proporcionado a los acompañantes en esta triste singladura.

Estábamos resignados, pues, a pasar una semana santa en la Clínica La Paloma, con pensión completa para uno de los miembros de la pareja y con un sin fin de actividades lúdicas a cual más gratificante. Un auténtico aburrimiento, vaya.

5 comentarios:

Andres Pons dijo...

Realmente, es bastante duro, toda la experiencia.

Unknown dijo...

Cuando un amigo advierte que algo no marcha bien, aunque nos empeñemos en disimularlo, es cuando la frase, “cuando tienes un amigo tienes un tesoro”, se hace irrebatible y autentica. Es lo que te ha ocurrido, y es grato saber que uno puede contar con buenos amigos que nos quieren.
Esta entrada es algo más desanimada que las demás, por suerte, estás hablando en pasado, y eso quiere decir que pronto se apreciará una mejoría, lo cual no quiere decir que no esté impaciente esperando las próximas introducciones.
Es loable tu decisión de reservar la gravedad de la situación, se necesita mucha fuerza para llevar ese peso uno solo. Y no puedo imaginar la situación de Pilar, sufriendo por ella y por los que la rodeáis.
Un saludo, y un beso para Pilar

Anita dijo...

Un besito para la valiente Pilar y otro para su no menos valiente caballero Félix.

Anónimo dijo...

Hola Felix, no te he escrito hasta ahora, aunque sí os leo, porque no tengo palabras. Estoy sobrecogida y tímidamente me atrevo a decir que tienes una mujer muy, pero que muy valiente y ella en ti su más fiel compañero. Se respira mucha complicidad en tu relato, me llama la atención cuando escribes : "nos ingresan... ingresamos...".

Sólo espero que cuando tu relato llegue a la fecha actual, todo haya quedado en una étapa superada con éxito y que vuestro punto de mira esté muy pero que muy lejos.

Besos a los dos.

Anónimo dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. MJesús, es cierto lo que dices. Es duro, tanto por mi parte como por parte de Pilar. Y para que os quedeis más o menos tranquilas Edda y tu, voy a hacer un poco de publicidad, como hacen en las teleseries, de los próximos capítulos: digamos que en el blog estoy relatando una primera etapa que acabó bien, y que de`spués se presentó una segunda etapa, y que ahora estamos en una tercera, pero bastante más tranquilos que el año pasado, porque le hemos visto la cara al jodido bicho, y si le hemos vencido una vez, podemos hacerlo más veces. Ayer mismo nos dijo el oncólogo, además, que por fin se ha aprobado en España la utilización del yundalis, un compuesto procedente de elementos marinos que al parecer es mano de santo para lo que tiene Pilar, así que buenas noticias.

Pero no adelantemos acontecimientos, que esto es una trilogía de moemnto, y solo vamos por el principio, así que venga, el que quiera enterarse, que siga leyendo.

Gracias por los besos para Pilar y para mi, Anita. Recibe otros para ti de nuestra parte.